Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2016

La clave es contigo

Me encanta encontrarnos por casualidad, sin necesidad de buscarte. Verte por la noche cualquier día tonto y quedarnos hora y media hablando sin decirnos nada. Aquel día no llovía. Llegar a cenar tarde porque no tenemos prisa. Nosotros somos más de tener ganas. Aunque casi nunca nos lo digamos y lo gritemos en silencio. Silencios que se transforman en orgasmos a las 19:15 en tu cama. Me sé de memoria los pasos que hay de tu casa a la mía pasando por todos los bancos que de camino, alguna vez nos han visto besarnos. Cada uno de los portales en los que nos tocó vestirnos (para seguidamente desvestirnos), ahora sí con prisa, porque algún vecino entraba en casa. Corrernos en cualquier sexto sin ascensor con la luz encendida, dos pisos más arriba. Y que abrazados, colocados en el tercer escalón, se nos haga de día.

Rutina

De casa a clase y de clase a casa, siempre con los cascos puestos. Así pasa la gran mayoría de sus días, de modo que ya lo ha convertido en rutina. Alguna vez se para a tomar algo con las chicas de la facultad, pero en el fondo no es que la haga especial ilusión. Cargada con su carpeta repleta de apuntes. Siempre lleva los guantes puestos, hasta en esos días en los que no hace tanto frió. Odia los días que llueven, la ponen un poco triste. Estudia en otra ciudad lejos de casa, de su familia y amigos. Piso compartido. Muchas veces se siente sola. A menudo vuelve los fines de semana, pero no es lo mismo. Ya se ha acostumbrado a hacer la maleta un par de veces por semana. Buses arriba, buses abajo. Después de tantos días fuera, cuando llega todo es diferente.. No sigue algunas conversaciones y nota que ciertos momentos de los que hablan sus amigas, ella se los ha perdido. Es imposible estar en dos sitios a la vez. Pero su relación con ellas no cambia, siguen siendo su primer apoyo, y ...

Vacaciones

Nos montamos en un tren sin mirar destino alguno. Una mochila y algo de ropa. Yo con mis gafas de sol y tú con tu cazadora vaquera. Teníamos más ganas de perdernos que de por fin encontrarnos. Llegamos a una casa junto a la playa, y allí nos quedamos. Pasábamos las noches haciendo el amor en la ventana frente al mar. No necesitábamos más. Aún recuerdo aquellas cenas en al terraza en las que aunque estuviéramos en primera línea, mis mejores vistas eras tú. Bañarnos desnudos a las 4 de la mañana y esas carreras por la playa descalzos de madrugada. Me encantaba que me despertara el Sol que entraba en la habitación y sentir el olor del mar en tu pelo. Esos minutos en los que todavía tú te hacías la dormida y yo, que te miraba sin ni siquiera llegar a tocarte, te despertaba haciéndote cosquillas y aunque al principio te enfadabas, después siempre sonreías. Idiota, me llamabas. Te quejabas de lo fea que estabas por la mañana recién levantada, me parecía una falta de respeto hacia las dem...

Y tenía razón

Alguien una vez me dijo, me escribió mejor dicho, que las cosas pequeñas eran las mejores. Y tenía razón. Nada como tomar unas cervezas con tus amigos al salir de clase cuando acaba la semana. Ese marco con una bonita foto, que día tras día pasa desapercibida, en el fondo de la estantería. El olor a castañas asadas en invierno. Ver Casablanca en blanco y negro. El cigarrito de después. El primer trago de una cerveza. La última galleta de la caja. Ver esa sonrisa que crece cuando tú apareces. La ropa nueva recién estrenada. Un partido de futbolín en que más dará el nombre del bar. Hay cosas que son mejor compartidas. Una mirada en mitad de un concierto. El frío al salir de un portal. Sudaderas un par de tallas más grandes. Las luces de Navidad en el centro de la ciudad. Una habitación de hotel con cama para dos. La cara de un niño en la Cabalgata. Cualquier mensaje escrito de mala manera en un Post-it. Un paseo a media noche en cualquier lugar con playa. Desayunar en la cama y despe...

Autodestrucción

No recuerdo muy bien la hora a la que llegué anoche, ni cuantas copas me tomé de más. Perdí la cuenta con el ron. Me he levantado a la hora de comer. Llevo toda la tarde sin hacer nada, me queda un poco lejos la época esa de compartir sofá los domingos. Me he comido todo el chocolate que he encontrado por casa y no quiero más café. No hago caso al móvil, tengo varios mensajes sin leer y otros sin contestar, no hay nadie que me devuelva las ganas. Y quién me las tendría que dar me ignora. Que bien. Todavía quedan un par de cervezas vacías de ayer en la mesa de la cocina y el cenicero lleno, repleto de cagadas, una tras otra. Han pasado ya las 9, la ropa sucia sigue tirada en el suelo y aún no he hecho ni la cama, ni siquiera he salido de casa. Tres llamadas perdidas. Son casi las 11, un par de horitas tontas. No me apetece cenar, hoy no tengo cuerpo para nada, me pongo una película en la tele y poco más. El aleatorio de mi música tampoco ayuda. Vuelve a sonar el móvil, un plan absurd...

Pequeñas cosas

Dicen que los polos opuestos se atraen. Yo creo que también mola tener a alguien que diga justo lo que quieres oír cuando lo necesitas. Pero sin pasarse. Esa persona por la que madrugar para ir a clase no es tan malo y que los domingos en compañía no son tan aburridos. Pienso que la felicidad se encuentra en cosas tan pequeñas como una sonrisa en un pasillo un lunes por la mañana. Que los sábados pueden ser geniales sin necesidad de emborracharse, es más, les prefiero contigo en casa tumbados en el sofá. Manta, película y un Cola-Cao bien calentito. Las cosas pequeñas son las mejores. Que se puede cenar sin tener hambre y que las mejores vistas son cuando aparece en tu portal. Mejor aún si apareces sin avisar. Ese mensaje inesperado a media tarde, " venga, vístete y baja que nos vamos ". Los días que hay viento solo me gustan si te tengo al lado despeinada. Me vuelven loco tus coloretes y tu nariz fría en invierno. Me encanta correr cuando llueve, y esos besos mojados en...

Todo

Podría mentir y contar que no tenía ganas, que ni siquiera me lo esperaba. Estábamos muy cerca sentados en aquel viejo sofá. Quería besarte pero no me atrevía, creo que tú estabas igual, igual de descentrada que yo, vaya. Me di cuenta por la manera de mirarme de reojo cuando yo te intentaba apartar la mirada. Tenía muchas ganas. De pronto me besaste, no lo vi venir, apenas duro unos instantes, pero no pude evitar abalanzarme sobre ti. Eso fue el principio. Mi mano derecha recorría tu pelo, bajaba por tu cuello desabrochándote la camisa, te apretaba con fuerza el pecho y rodeaba tu cintura. Con la boca te quité el sujetador, creo que se rompió, Mientras, la otra mano, acariciaba lentamente tus piernas. No podía parar de besarte. Me sobraba toda la ropa. Echaste la cabeza hacia atrás, momento que aproveché para morderte el cuello, intuí que te gustaba y sé, que aunque no me dijeras nada, no querías que parase. Me quitaste la ropa, ibas demasiado rápido, incluso parecía que tenías pri...

San Valentín

Hoy es san Valentín. Hace un par de meses que ya no estamos juntos. Pero me da igual, para mí eso no cambia nada. No me importa, te sigo queriendo igual. Te necesito tanto como antes, incluso ahora es peor, te echo de menos. Te fuiste de mi vida sin avisar, y al contrario que cuando llegaste; por la puerta de atrás y dando un portazo al salir. Portazo con el que desaparecieron todas las cosas que un día soñé hacer contigo. ¿Cuándo se fue mi vida a la mierda? Pienso, pues ahí. En ese momento se apago todo. Y aquí estoy está noche, en la puerta de tu casa, sentado en la escalera. Pero me voy a ir, me falta valor para llamarte. Me siento ridículo, ni siquiera sé muy bien que hago aquí. Supongo que estoy intentando salir de ese agujero en el que llevo metido ya desde hace tiempo. En el mismo lugar en el que he estado siempre, desde el principio, no me he movido ni un solo milímetro. Todavía no lo he conseguido, y siendo sincero, nunca me he pl...

Un miércoles cualquiera

Cada noche, cuando acaba la película y antes de irse a dormir, mira su conexión y se pregunta con quién estará hablando. Como le duelen aquellos "en linea" y demás estados de WhatsApp que por desgracia, hace tiempo que dejaron de ir por él. A menudo ella cambia su foto de perfil, casi siempre es diferente, cuando no es con algún un chico, sale con sus amigas incluso a veces aparece ella sola. Tan guapa como siempre con esa sonrisa sin forzar. La necesita tanto que es incapaz de hablarla. Ya no digamos ni siquiera decirla todo esto, por ahora ni se lo ha planteado. Como cada noche, al volver a casa y aunque no le pilla de camino pasa por su calle, pero le da igual. Es su pequeño momento de debilidad, día tras día. Por un instante vuelve a caer, otra vez. No sabe por qué lo hace y siempre al alejarse se siente como un idiota. Sabe que ya nunca más volverán a estar juntos de nuevo. No habrá más oportunidades. Según dicen: segundas partes nunca fueron buenas....

La chica del 8º C

Se nos va de las manos esto del amor, cada vez queda menos. Menos para ella. Ella es especial, para nada es como las demás ni mucho menos pretende serlo. Ella es diferente, aunque en el fondo es de lo más normal del mundo. Es la chica que todavía se emociona con un mensaje bonito a las tantas de la madrugada. La chica de los labios rojos y la sonrisa casi perfecta. Esa chica que cualquier martes por la noche, sentada frente a la televisión haciendo como que la presta atención, piensa antes de irse a dormir en sus fracasos. Amorosos, claro. Recordando aquellos años en los que ella era una chica inocente que parecía qué solo sabía acercarse y apostar por capullos de tres al cuarto. Todavía mantiene la esperanza de que algún día, con cualquier excusa barata, aparezca alguien que la haga ir despacio. Más despacio aún.  Ella no tiene prisa, pero sí muchas ganas.  Quizá no sea tan bueno esto de querer.  Te deja tocado.

Vértigo

Nos da miedo que nos quieran, nos da miedo querer. Un día alguien llega, o ya estaba, más tarde que pronto o en el momento justo quizás, quién sabe. Y la primera sensación que tenemos es pánico. Un miedo atroz al cambio. Nos da miedo. Miedo de pensar: y si solo es otro más y luego desaparece, o sí, y viene para quedarse, y se queda. Pero y si llega, me desordena mi vida, lo poco que queda de ella, ¿y se va? O peor aún, y si me empieza a querer, ¿qué hago? Mejor que no venga, pero y si... No. Mejor que no. No quiero que él lo pase mal, ni yo tener que olvidarme de algo que nunca iba a funcionar. Además, no creo que merezca la pena arriesgarse. Mírale y mírame a mi, en la vida. Mucho mejor así. Lo nuestro nunca hubiera funcionado, nunca. Y por conformarse y no querer arriesgar, al final perdió.  Y él, realmente sí que la quería.

Vivir con miedo

Estoy cansado de hablar siempre de lo mismo, de imaginar que hubiera pasado o de como serían las cosas si ahora las circunstancias fueran totalmente diferentes a como lo son en realidad. Ya está bien de vivir siempre con miedo. No quiero, no quiero seguir pensando en que todo se acabó, en que ya no hay nada y en que esto nunca más será como antes. Que por qué, pues no lo sé, la verdad. Quizás por un pequeño casi, ese casi que nos atormenta y por el que nos pasamos la inmensa mayoría de las noches pensando en lo que fue o lo que no fue, para qué aquello no funcionara tal y como yo al menos, sí que hubiera deseado. Un que nos pasó constante. Ya sabes, duele. Y es que nos aferramos a aquel final, un punto que forma una barrera invisible que nos impide avanzar y a su vez, no nos deja vivir.  Así que, tras muchas noches pensando en miedos, dudas y finales, echando de menos y dando ochentamil quinientas vueltas a todas las cosas que podían haber sido y qué, por h  o por b , al ...