Me encanta encontrarnos por casualidad, sin necesidad de buscarte. Verte por la noche cualquier día tonto y quedarnos hora y media hablando sin decirnos nada. Aquel día no llovía. Llegar a cenar tarde porque no tenemos prisa. Nosotros somos más de tener ganas. Aunque casi nunca nos lo digamos y lo gritemos en silencio. Silencios que se transforman en orgasmos a las 19:15 en tu cama. Me sé de memoria los pasos que hay de tu casa a la mía pasando por todos los bancos que de camino, alguna vez nos han visto besarnos. Cada uno de los portales en los que nos tocó vestirnos (para seguidamente desvestirnos), ahora sí con prisa, porque algún vecino entraba en casa. Corrernos en cualquier sexto sin ascensor con la luz encendida, dos pisos más arriba. Y que abrazados, colocados en el tercer escalón, se nos haga de día.
Y si hablamos de tiempo, yo tengo todo el tiempo del mundo para compartirlo contigo.