Nos da miedo que nos quieran, nos da miedo querer. Un día alguien llega, o ya estaba, más tarde que pronto o en el momento justo quizás, quién sabe. Y la primera sensación que tenemos es pánico. Un miedo atroz al cambio. Nos da miedo. Miedo de pensar: y si solo es otro más y luego desaparece, o sí, y viene para quedarse, y se queda. Pero y si llega, me desordena mi vida, lo poco que queda de ella, ¿y se va? O peor aún, y si me empieza a querer, ¿qué hago? Mejor que no venga, pero y si... No. Mejor que no. No quiero que él lo pase mal, ni yo tener que olvidarme de algo que nunca iba a funcionar. Además, no creo que merezca la pena arriesgarse. Mírale y mírame a mi, en la vida. Mucho mejor así. Lo nuestro nunca hubiera funcionado, nunca. Y por conformarse y no querer arriesgar, al final perdió.
Y él, realmente sí que la quería.
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