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De casa a clase y de clase a casa, siempre con los cascos puestos. Así pasa la gran mayoría de sus días, de modo que ya lo ha convertido en rutina. Alguna vez se para a tomar algo con las chicas de la facultad, pero en el fondo no es que la haga especial ilusión. Cargada con su carpeta repleta de apuntes. Siempre lleva los guantes puestos, hasta en esos días en los que no hace tanto frió. Odia los días que llueven, la ponen un poco triste. Estudia en otra ciudad lejos de casa, de su familia y amigos. Piso compartido. Muchas veces se siente sola. A menudo vuelve los fines de semana, pero no es lo mismo. Ya se ha acostumbrado a hacer la maleta un par de veces por semana. Buses arriba, buses abajo. Después de tantos días fuera, cuando llega todo es diferente.. No sigue algunas conversaciones y nota que ciertos momentos de los que hablan sus amigas, ella se los ha perdido. Es imposible estar en dos sitios a la vez. Pero su relación con ellas no cambia, siguen siendo su primer apoyo, y las conversaciones por Skype con su mejor amiga son para ella el mejor momento del día. Después de hablar por teléfono con su madre, a veces llora. Ha aprendido a cocinar, aunque casi siempre visita el restaurante de comida rápida que hay en la esquina, dos calles más abajo. Entre estudiar y demás no tiene casi tiempo para los chicos. Un día alguien la regaló un Kinder-Bueno, su merienda favorita desde que era pequeña.
Desde entonces ya no se siente tan sola.
Y últimamente hasta sonríe.
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