Estoy cansado de hablar siempre de lo mismo, de imaginar que hubiera pasado o de como serían las cosas si ahora las circunstancias fueran totalmente diferentes a como lo son en realidad. Ya está bien de vivir siempre con miedo. No quiero, no quiero seguir pensando en que todo se acabó, en que ya no hay nada y en que esto nunca más será como antes. Que por qué, pues no lo sé, la verdad. Quizás por un pequeño casi, ese casi que nos atormenta y por el que nos pasamos la inmensa mayoría de las noches pensando en lo que fue o lo que no fue, para qué aquello no funcionara tal y como yo al menos, sí que hubiera deseado. Un que nos pasó constante. Ya sabes, duele. Y es que nos aferramos a aquel final, un punto que forma una barrera invisible que nos impide avanzar y a su vez, no nos deja vivir. Así que, tras muchas noches pensando en miedos, dudas y finales, echando de menos y dando ochentamil quinientas vueltas a todas las cosas que podían haber sido y qué, por h o por b, al final nunca ocurrieron, me dí cuenta que ahí estaba el error.
Dependemos del pasado
cuando lo realmente importante es todo lo que tenemos delante
cuando lo realmente importante es todo lo que tenemos delante
y en verdad no queremos ver.
Comentarios
Publicar un comentario