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Y tenía razón


Alguien una vez me dijo, me escribió mejor dicho, que las cosas pequeñas eran las mejores. Y tenía razón. Nada como tomar unas cervezas con tus amigos al salir de clase cuando acaba la semana. Ese marco con una bonita foto, que día tras día pasa desapercibida, en el fondo de la estantería. El olor a castañas asadas en invierno. Ver Casablanca en blanco y negro. El cigarrito de después. El primer trago de una cerveza. La última galleta de la caja. Ver esa sonrisa que crece cuando tú apareces. La ropa nueva recién estrenada. Un partido de futbolín en que más dará el nombre del bar. Hay cosas que son mejor compartidas. Una mirada en mitad de un concierto. El frío al salir de un portal. Sudaderas un par de tallas más grandes. Las luces de Navidad en el centro de la ciudad. Una habitación de hotel con cama para dos. La cara de un niño en la Cabalgata. Cualquier mensaje escrito de mala manera en un Post-it. Un paseo a media noche en cualquier lugar con playa. Desayunar en la cama y despertarse sin alarma. Un abrazo que te invita a quedarte y un beso que no quiere que te vayas. Ese "te invito a cenar y me lo cuentas con calma". Nada de regalos, los pequeños detalles marcan la diferencia.

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