Te conocí una noche cualquiera en un bar, en un sitio nuevo en el centro. No me acuerdo del nombre, ni siquiera me importa. Creo que era jueves. Aún recuerdo el momento en el que te acercaste a la barra. Lo siento, no pude evitar fijarme. Chica rubia de pelo rizado. La cerveza fue el principio y bueno, quizá no era nuestro momento pero quién sabe oye, igual sí. Me encantaba como bailabas y como te reías, aunque yo casi no te miraba intentando así, que no te dieras cuenta de que estaba loco por ti. Todavía no sabía tu nombre y ya me quería acostar contigo. Creo que no te podían quedar mejor aquellos vaqueros ajustados, y esa cazadora de cuero negra que te hacía tan sexy. Debajo, aquella blusa oscura marcada por los restos de la humedad que desprende un botellín helado, lugar por donde apenas asomaba tu escote. Uno de esos escotes bonitos, de los que sin ser para nada extravagante, te dejaba sin respiración. Que chica pensé, es increíble. No me atrevía a decirte nada y me quedé con...
Y si hablamos de tiempo, yo tengo todo el tiempo del mundo para compartirlo contigo.