Me estoy acostumbrando a que te quedes mi bufanda, a olvidarmela en tu cuello, o quién sabe, igual es una excusa para poder verte otro día. Me estoy acostumbrando al olor de tu colonia, a tus manos frías, a tus ojos chinos y al rugir de tus tripas porque aún no has cenado y ya es tarde. A esa mirada tonta que te provoca el alcohol, a darte las buenas noches de vuelta a casa mientras me cuentas que ya te has desmaquillado y que estás metida en la cama.
Pero sabes qué, que sobre todo me estoy acostumbrando a ti.
A ti y a esos besos en el portal en los que todavía, ni tú ni yo sabemos si estamos terminando genial el sábado o empezando bien el domingo.
Me estoy acostumbrando a ti.
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