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Rubia


Haciendo una mención a Leiva podríamos llamarla "Eme". Adora la pizza, el coco y las canciones de Andrés. Su sonrisa arrasa. Ella es la única que se entiende, por eso no se aguanta. Bueno, a veces sí. Ella es distinta a las demás, pero tiene algo, algo que hace imposible dejar de quererla. Ella quizás no sea perfecta pero sí es de esa clase de chica que te dejan marcado. A menudo está sola, aunque no la faltan chicos detrás. No la gusta forzar las cosas. Odia el tabaco. La gusta el amor. Sí, todavía cree en él. Es de esas que piensa —quién sabe si algún día yo, ojalá...— y daría lo que fuera porque alguien llegara y la quisiera. Que la quisiera bien, no a medio gas. La da miedo enamorarse sin embargo se levanta cada domingo, sin peinar y con sueño, casi a la hora de comer, con la esperanza de qué ojalá ese día, alguien llegue y llame a su puerta para sacarla de casa y la invite a cenar. Alguien con quién ver llover desde la ventana de su casa, con quién pasar frío en la calle, en alguna estación esperando cualquier tren. Quién sabe, hay trenes que solo pasan una vez. La encantan los abrazos, compartir sudaderas, canciones de Bad Bunny y fotos, muchas fotos. Cenar chino, croquetas y zumo de naranja. Y siempre se quema. Esa forma tan suya de mirar. La encantan los días con sus amigas acompañada de ron y cerveza. De emborracharse los sábados, llorar a solas los domingos y aparentar normalidad. De reír hasta llorar. Y en cualquier banco, amanecer charlando con cara de locos.

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Días contados

Tu foto colgada en la pared sigue siendo lo primero que veo cuando me despierto. Bonita forma de empezar el día, creo. Un mensaje tuyo de "buenos días feo" en un Post-it pegado en la tercera balda de la estantería es lo segundo. En mi escritorio tu bolígrafo azul de la suerte, aquel de la tapa mordida. En mi mesilla, un despertador sin pilas que te devolveré algún día. Y en la pizarra blanca que cuelga del lateral del armario, un dibujo con tu nombre pintado. Tengo guardados en una caja vieja de zapatos, en el segundo armario, todos los recuerdos contigo. Alguna que otra carta a medias sin acabar. Que la verdad no tengo pensado terminar. Un disco de Sabina, una barra de Cacao y una foto de carnet en la que sales sonriendo. Un libro de Carlos Salem dedicado, tropecientas películas y algún que otro CD regrabable. En el cajón de la habitación, un par de medias nuevas y una goma de pelo negra que perdiste en mi cama. Medio bote de colonia, un pintauñas rojo y tu cepill...

Cuídame

Cuídame bien, no dejes nunca que me pierda. No permitas que un día me vaya en busca del calor que contigo no he encontrado. Quiero que me dejes dudar, tengo mi derecho, igual que tienes tú el tuyo. Pero no dejes que me lo piense dos veces, porque puede que elija el fallo. No dejes que me vaya. Cuídame mucho, pero deja que me equivoque y dame luego la posibilidad de arreglarlo. No dejes que me aleje de ti, no dejes que esto salga mal, por favor, no quiero que llegue el momento de tener que recoger mis cosas e irme de aquí. Y si fuera así, tampoco te olvides de mí. Cuídame. Quiero que estés conmigo, que me tengas a mí. Que presumas de nosotros, de lo que somos y de lo que hemos conseguido. Y antes de dejarme ir, recuerda lo que hemos sido. Cuídame, juegatela, apuesta por todo, que te va a salir bien. Estoy seguro. Cuídame de verdad, porque yo ya no sé ser de otra manera. No dejes nunca de necesitarme. No te permitas el lujo de pedirme otra oportunidad, no quiero que eso ...

Hace un año

Empezamos el año pisando juntos la nieve, pasando frío abrazados y haciendo una foto para la posteridad tras varias copas de más. Después seguimos mojados aguantando sobre el barro cada una de las embestidas, que dejan entre los charcos, los restos de cualquier temporal. Bajo un paraguas de llanto y un cristal empañado fuimos jugando a hacernos los fuertes buscando un descanso. No teníamos ni idea. Fuimos andando sobre los pasos que un día, nos habían enseñado a seguir peleando. Tocamos juntos la arena, también juntos el mar. Aquel día comprendimos que habíamos ganado. Dormíamos a los pies de un acantilado y las cervezas caían en el balcón justo a la hora a la que se acostaba el sol. Cantábamos, jugábamos, reíamos, llorábamos. Estábamos dónde queríamos estar, solo nos preocupaba seguir respirando. Sinceramente, no éramos conscientes de lo que estábamos creando. Hemos alcanzado cada una de las metas que nos habíamos marcado. Y ahora solo tengo clara una cosa,...