Todo estaba oscuro, solamente un corazón y dos velas encima de la mesa iluminaban la habitación. Entonces la vi entrar por esa puerta, llevaba puesto aquel espectacular conjunto negro que sin querer o no, hizo que de repente, todo brillará y se llenará de luz. Por fin todo tenía sentido.
Estaba increíble, realmente increíble. La ocasión lo merecía, era una noche especial. Era nuestra noche. Un rosa roja impaciente con gusto la esperaba.
El nudo de la corbata, recuerdo, me apretaba, pero ella era la única que conseguía dejarme sin respiración. Se acercó hacía mí sonriendo, haciendo que aquel pasillo fuera eterno, como el que ha encontrado un lugar, más bien persona, a quien poder llamar hogar.
Sus ojos hablaban sin decir nada, mientras su mano rozaba intencionadamente el lateral de mi cuerpo deslizándose sin prisa hacia el centro de mi espalda, de su boca se escapó un "te quiero".
Consiguió que nuestros labios bailaran juntos aquella canción y cuando ésta acabó, con un leve giro de cadera y sin más dilación, miró hacia la pared buscando la hora que marcaba el reloj.
Seguidamente me besó.
Y fue ahí cuando me demostró
que se podía parar el tiempo.
que se podía parar el tiempo.
No recuerdo mejor sensación.
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