Pasaban tiempo juntos, hablaban a todas horas, se contaban su vida como quién dice. Se divertían. Se echaban de menos los días que estaban solos y siempre tenían ganas de verse. De sonreír, aunque sea un rato. Estaban locos el uno por el otro. Pero les daba miedo asumirlo, por lo que pudiera pasar después, quizás miedo a un posible cambio. No se atrevían a admitir que no podían estar separados, no sabían.
Cuando estaban lejos todo funcionaba peor, pero cerca, las piezas encajaban perfectamente. Se complementaban increíblemente bien. Y ya ninguno de los dos quería besos de otra boca. Cervezas, cenas, más cervezas, todo iba hacia adelante. Vivían soñando con que un día al despertar uno de los dos hubiera dado el paso y llegará ese momento en el que se sentaran a hablar delante de un café de lo que eran, de lo que querían y sentían. De toda la verdad que se ocultaba día trás día detrás de sus pantallas. Pero ninguno hacia intención. Se conformaban con lo que tenían, que no era poco la verdad, pues ellos estaban bien, demasiado bien. No querían avanzar ni dar un paso más, pues con uno en falso bastaba para llegar al error.
De la noche a la mañana, todo cambió. La llama se apagó y nunca más volvió a ser lo mismo. ¿Que por qué? No lo sé. Ni siquiera ellos lo saben, pero ya no es lo que era. Ya no son lo que eran.
Ellos lo eran todo, pero no lo sabían,
Gracias al miedo, dejaron de serlo
y ahora que lo saben,
ya es tarde.
Comentarios
Publicar un comentario