No existe ninguna teoría que explique lo que yo siento cuando me despierto abrazado a ti. Cuando veo desde la cama como te vistes por la mañana. La cara que pones cuando suena por tercera vez el despertador. La forma tan sutil y tan tuya, solo tuya, que tienes para echarme del colchón cuando mis "cinco minutos más" pasan a ser veinticinco.
Nadie puede escribir sobre lo que se me pasa por la cabeza cuando por el pasillo, de camino a la cocina, huele a café. Cuando entro y te veo allí, sentada con tu taza de siempre encima de la mesa. Tu sonrisa cuando en la radio suena tu canción favorita o tu cara de pena si en la televisión dicen que hoy hay malas noticias.
La sensación al entrar al baño y ver tu cepillo de dientes encima del lavabo, o en la percha, tu toalla todavía mojada porque acabas de salir de la ducha. El cosquilleo en mi espalda al meterme contigo en la cama, que la almohada huela a ti y lo bien que te quedan mis camisetas para dormir.
Y al final del día, después de repasar una y otra vez todas esas teorías, lo único que quiero es sentir el placer de rozar tus piernas una vez más, debajo del edredón.
No me hacen falta teorías.
Me haces falta tú.
Comentarios
Publicar un comentario