Y de la noche a la mañana crecío, ya no era una niña. Dejó atrás el instituto, llegó el primer año de universidad y con ello desapareció el volver pronto a casa los días que salía de fiesta. Empezó la época de comerse la cabeza por algún que otro chico, de estar insoportable por los exámenes y de las discusiones en casa debido a sus constantes cambios de humor. Los miércoles de cine, los cubos de seis botellines los viernes y el ron peleón de los sábados empezaron a estar cada vez más presentes . Aparecieron las resacas los domingos y los primeros viajes y vacaciones de verano. Cambió de amigas, varias veces, incluso cuando no era culpa suya. Demasiados líos y problemas que al final la acababan afectando a ella. Hasta que por fin encontró un grupo en el que poder ser ella misma. Sus niñas, decía siempre que las mencionaba. Se notaba que las quería mucho, sobre todo en la sonrisa de oreja a oreja que se le dibujaba incoscientemente en la cara cuando hablaba de ellas. ...
Y si hablamos de tiempo, yo tengo todo el tiempo del mundo para compartirlo contigo.