También la cabeza. Llevo un par de horas pensando y no saco nada en claro.
Entre página y tanto, veo que el cuadro que protege la orla de aquella clase está torcido y que la ropa está entre el suelo y la silla repartida.
Otra noche más que acaba igual. Demasiadas noches ya. Son casi las tres de la mañana.
Demasiadas noches que me acuerdo de ti. Pero ya no te quiero. Eso lo sé, por lo menos vamos bien.
Demasiadas noches sin saber nada. Sin querer siquiera que lo haya. O sí, no lo sé todavía.
Qué más da. Si en el fondo me da igual, ya no me importa.
¡Qué le den al amor! ¿Qué es eso? ¡No lo quiero!
No me sienta demasiado bien el amor de después de comer. Mejor de vez en cuando, incluso una vez al mes. Nada de cada ocho horas.
Estoy cansado de sacar tijera y que siempre aparezca una piedra. Nunca un triste papel.
Ojalá alguien sea capaz de arreglar este desastre y luego quedarse.
Superar ese miedo escénico y no querer marcharse.
Alguien que tenga el valor de arriesgar, de saber jugar y apostar.
Que te dé la seguridad de saber que si tú pierdes y fallas, tienes a alguien detrás.
...
-Hora de apagar la luz.-
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