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La chica cocodrilo

Podría escribir un libro entero hablando de ella y de lo mucho que la gusta leer a Irene X. De la forma tan rara que tiene de sentarse con las piernas cruzadas encima del sofá. Su manera inconsciente de sacar la lengua cuando escribe. El culo tan bonito que la hacen esos pantalones, que hace un par de meses se compró en rebajas. Nunca ha sido mucho de vestir de marca. 

Su manía de no conformarse y su inseguridad disimulada bajo unas gafas de sol. Sus ganas de bailar desnuda al salir de la ducha, por toda la casa, escuchando a Lori Meyers. Sus ojeras de casi no dormir por pensar y el natural de su cara sin maquillar cualquier día entre semana. La pierde cualquier cosa con queso. Lo nerviosa que la pone quedar con chicos. Lo poco que la duran los enfados y lo mal que se la da mentir. No sabe casi dibujar, pero la da igual. La fuerza de voluntad que saca para estudiar. Prefiere terminar las noches viendo amanecer antes que llegar pronto a casa. La vergüenza que la da ser el centro de atención, ni siquiera ella busca serlo. No la cuesta apenas, pedir perdón ni dar las gracias. La priva dormir la siesta hasta tarde y los bombones de Nestle. Odia sentirse sola.


Y es que ella no es una de esas niñas pijas que solo buscan pillar cacho un sábado por la noche, en algún bar, con cualquier niñato con pinta de capullo.
A ella la va más eso de sonreír a destiempo, beber cerveza en botellín y reírse en los momentos serios. Comer Nocilla con los dedos, los cubatas con un hielo y llorar de alegría por cualquier tontería.

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